miércoles, 10 de septiembre de 2014

Houellebecq el valiente

Esta semana, apurando recodos y retrasos insoslayables, he visto El secuestro de Michel Houellebecq, la película en la que se ficciona/recrea el episodio de la supuesta desaparición del autor francés durante la promoción de su última novela, El mapa y el territorio. El trabajo de Nicloux es bueno, cinematográficamente justifica el pago de la entrada, acumula ritmo, ironía y pinceladas de un retrato costumbrista feroz; valen la pena los 90 minutos de contemplación de esta cinta estrenada en la Berlinale en la oscuridad del cine. Y, sin embargo, lo verdaderamente destacable de esa cinta es la valentía de Michel Houellebecq, su capacidad para ironizar sobre el personaje que han (o ha) construido de sí mismo, y que se expone a la vista de los espectadores en la impúdica sinceridad de una proyección que le tiene casi siempre en pantalla, sometido a las mil ocurrencias de sus captores.

Hace falta ser muy bueno, extraordinariamente osado y con un brutal desprecio por el mantenimiento de la imagen pública y sus implicaciones en el establishment ciudadano para hacer algo así. Es necesario tener una ambición feroz y casi suicida para llevar la indagación sobre los límites entre la realidad y la ficción hasta un extremo tan radical, convertirse en el centro de la obra, permitir que la observación penetre en los comportamientos más íntimos, y llevarse hasta situaciones lindantes con el ridículo como modo de desacralización de la figura intelectual que uno representa. Nadie -o tal vez muy pocos- en el mundo es capaz de tomarse tan poco en serio, o de tenerse tan en serio como para no precisar del aseguramiento de las formas sociales, de la continuada, inmisericorde, rígida, consolidación de la estampa que se ha conseguido aquilatar -no con pocos sacrificios ni alzándose sobre escasas trampas del envidioso entorno- ante la opinión general y los lectores.



Pero es que quien lo hace es Michel Houellebecq, uno de los autores más valientes, sinceros, radicales e independientes que han alumbrado las letras mundiales en los últimos años. Quien haya pasado por las libérrimas y deslumbrantes Las partículas elementales o Plataforma no se extrañará de verle actuar así; cuando se sienta ante el ordenador (o frente al guión de este falso documental) no rinde pleitesía más que a su talento, nada hay que le ate en la expresión de lo que quiere contar; como no lo hubo desde el principio (suerte la suya, pero sobre todo la nuestra, que nació en Francia, país de libertades donde todavía quedan valientes capaces de dar voz a alguien que no está dispuesto a plegarse ante las estructuras de lo políticamente correcto. Aquí, seguramente, todavía andaría dando tumbos entre negativas y portazos). Ningún freno le sujeta, tal vez porque, como dice en pantalla citando a Kant, considera que su vida ya C'est suffisant - Es suficiente.

V

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