miércoles, 5 de agosto de 2015

La vida sin instrucciones

Es verano, cumples años, dejas atrás cosas -algunas con dolor, otras desde el júbilo o el alivio-, y terminas enfrentándote a la duda, sumiéndote en una búsqueda de respuestas que no siempre te conducirá a las certezas. Buscar es imprescindible para crecer y seguir evolucionando, pero supone también una fuente inagotable de frustraciones, porque con exasperante frecuencia, quien busca no encuentra. Buscar significa reconocerse inconformista, y eso, superado el márketing autocomplaciente de la rebeldía, condena al explorador a abandonar las comodidades del territorio conocido para adentrarse en bosques repletos de umbrías y alimañas, a exiliarse de la tan cacareada zona de confort y bracear en el vacío. Nada es amable más allá de los límites del hogar intelectual, donde los vientos parecen afilar sus aristas en guadañas y el corazón es, más que nunca, un músculo frágil que aspira a seguir latiendo. Nada es amable incluso cuando se hallen verdades; cada una de ellas, absolutamente todas, requerirá de un tributo de piel y sangre, dejará sobre el alma arañazos de profundidad y complicación variables.

Pero debes dudar, no hay otro camino; o sí, pero a ti no te sirve, no estás hecho para las pantuflas y el sesteo, eres un caminante, alguien que sólo puede explicarse a sí mismo en la letanía interminable del esfuerzo, sobre las auroras que impresionan en tu retina un crisol de paisajes y luces. Caminarás, pues, no hay otra opción, o correrás llegado el caso, entendiéndote mejor -esto también lo sabrás a partir del resuello entrecortado- en la extenuación, cuando todas tus energías parezcan haberse consumido en la carrera, y apenas reste la verdad deslumbrante de tus pensamientos. Únicamente encontrarás las herramientas después de esos sacrificios, y has de asumirlos, no sólo porque no hay otro modo de llegar a ellas, sino porque no tienes escapatoria: están en tu condición el pensamiento, la duda, caminar o correr hasta más allá de tus barreras y seguir un paso más, otro, otro y un penúltimo; ése que pensabas no ser capaz de llevar a cabo, y el que, finalmente, te deja a los pies de ti mismo.



Habrá ocasiones -ésta puede ser una de ellas- en las que no entiendas el sentido de esta vida errante, ni consigas alcanzar el encanto de la duda como motor esencial e ineludible de tu existencia. Tendrás razón cuando así sea, y también en los momentos en los que la desesperación te lleve a enfrentarte a tus creencias, abjurando de cuanto diste por cierto, renegando de dioses, mitologías y destinos; estarás en lo cierto cuando te llenes la boca con vitriolo y maldiciones, y sin embargo, no te servirán de nada. Serán sólo palabras, y a pesar de esa condición mágica, no tendrán la capacidad de explicarte en un lenguaje inteligible el designio con el que has de cumplir; la vida viene sin instrucciones, como uno de esos aparatos de importación que alcanzas en las estanterías de un bazar algo siniestro. Al igual que sucede con esa maquinita, conseguirás entender su funcionamiento usándola, equivocándote en el botón que debes presionar, errando en un cruce y tomando el sendero menos recto; caminando. Y caminarás; porque no te queda otra, porque no sabes hacer otra cosa que caminar.

V

PS: El bonus track del post de hoy es este impactante poema/canción de Hovik Keuchkerian, Alina, en el que se incluyen varias certezas sobre lo que la vida, tal vez, podría ser. 'Cierra los ojos para no ver y verás más que nunca'; 'Tus ojos hablarán sin voz / Serán, sin tú saberlo, las voces de tu alma pura'; 'Oirás voces / pero sólo la tuya te acompañará siempre'; 'No quieras amarrar el pasado, ya se fue / No quieras abrazar el futuro, no le gustan los abrazos'...


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