jueves, 20 de octubre de 2016

Latido

Un latido. El comienzo de todas las cosas es siempre un latido; quizás pueda parecer una perogrullada, pero hay pocas realidades más invisibilizadas que ésta, rara vez una señal pasó inadvertida con tan reiterada frecuencia. El golpe de un latido, y no el golpeteo, no sólo por evitar el tópico de su onomatopeya, sino por no faltar a la verdad: no hay aquí una sucesión rítmica de señales -o no la hay todavía, es cuestión de tiempo que suceda-; es un único, determinante, sutil, síntoma de lo que se viene gestando. Un latido precede el dolor, está en el origen de cualquier idea, y es la palanca de toda pasión. Toc. Un latido. Y empieza.

Quien ha sentido la presencia del latido, y más tarde ha comprobado cómo la senda que abre se torna torrencial con inusitada velocidad, ya conoce la fortaleza de esa evidencia física; y ha aprendido a temerla, también cuando ha de conducirle al oasis; especialmente si le obligará a transitar desiertos o infiernos. Podría ser, entonces, que ese individuo albergara la tentación de hacer oídos sordos a la llamada de su instinto, queriendo aparentar el desconocimiento, y hasta generándose el espejismo de la ignorancia; de lograr su objetivo, apenas se apuntaría la pírrica victoria de la postergación: a un latido le sigue otro, y otro más, y un tercer latido, seguido del cuarto y casi aprisionado por el quinto... la secuencia, ahora sí, es la de un golpeteo, una tunda de evidencias imposibles de soslayar.



Así pues, en mitad del silencio o haciéndose atronador entre el ruido, de repente surge un latido. Toc. Si ya sabes de su existencia y le respetas lo suficiente para no tratar de embaucarle en absurdos volatines de tahúr, cuando le reconozcas comprenderás que todo está por cambiar, una vez más. Tal vez entonces la memoria te devuelva una secuencia de flashazos cegadores, los haces de luz estroboscópica alumbrando episodios anteriores con una celeridad hipnótica, mostrándote en los picos altos del ciclo y recordándote los tiempos abrasadores del barro... con el regusto metálico de la sangre saturándote las papilas gustativas, sabrás que ha llegado el momento; estés o no preparado, habrás de asumir el nuevo reto, los músculos tensos y la neuronas afiladas, nerviosas en la contención de sus potencialidades. Toc. Ha dado comienzo la cuenta atrás; y sí, estás preparado.

V

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