Fibras de Tipo I. Estas fibras basan su funcionamiento principalmente en la respiración celular, utilizando grandes cantidades de oxígeno. Como consecuencia de esto, poseen una gran resistencia a la fatiga, pero generan una fuerza mayor ya que sus contracciones son más lentas. Su potencial de crecimiento, en cuanto a hipertrofia se refiere, es bajo. Por sus características, son las fibras que soportan el esfuerzo en actividades físicas de larga duración como las carreras de larga distancia, maratones, etc.
La clave es la respiración celular, el oxígeno que, en grandes cantidades, es distribuido por su superficie, facilitando ese proceso. Aire respirado, tan simple, siempre tan complejo; y a partir de ahí, el misterio de la química, un elemento que nos envuelve, casi siempre inadvertido, transparente, inodoro, y que se transforma en la pieza clave de todos los mapas. Aire en respiración celular y una gran resistencia a la fatiga, la de las fibras de Tipo I, la fibra muscular larga, capaz de generar una fuerza mayor en el falso equívoco de su contracción más lenta.
Según la definición, estas fibras son las indicadas para esfuerzos físicos de larga duración: las carreras de larga distancia y los maratones, concreta. Quedan identificadas, pues, como la herramienta de los corredores, el recurso al que se aferran cuando las fuerzas se les van agotando y el oxígeno, qué contradicción, pareciera remolonear en el camino hacia los pulmones, los alveolos saturados en el esfuerzo, extenuados por su hermosa misión de aprisionar el ingrediente único de la vida y el sudor. Son las artífices de esa zancada adicional, la que se lanza un poco sin fe, más confiado a la voluntad que a la certeza de obtener éxito en su trayecto, temiendo no ser capaz de dar ni una más, y sorprendiéndose cuando se advierte que hay energía para otra, y otra adicional, y una tercera a la que siguen la cuarta, la quinta y la sexta, para retomar con otra larga serie que lleva a perder la cuenta...
El texto de referencia se completa, no obstante, con una frase lapidaria, destinada a desanimar a quienes persiguen la voluptuosa expresividad del musculo ostentoso, su ruido, tal vez también los réditos de su furia. "Su potencial de crecimiento, en cuanto a hipertrofia se refiere, es bajo", sentencia esa oración simple, de una sola subordinación, quizás envenenada. No ha de esperar el usuario de fibra larga, traduzco, clamores de piscina, silbidos tras las esquinas o miradas de indisimulado arrobo; no, esos bienes les son otorgados a quienes -y me tomo aquí la licencia de citar la definición de la fibra corta, o IIB- trabajan las que "tienen un potencial de crecimiento mayor y desarrollarlas hará que nuestros músculos se vean más grandes" (sic), eso sí, en un acto de justicia poética completa la línea con un escueto, y demoledor, "sin embargo, son las que se fatigan antes".
Fibra larga, menos explosiva y sin embargo prácticamente indestructible, es la de la literatura, el texto que rara vez despierta silbidos y que, no obstante, se mantiene en el esfuerzo, zancadas silenciosas y progresivas que le llevan hasta la línea de meta de la más larga y extenuante de las carreras. Sucede con frecuencia que los amantes del sprint y las gestas basadas en el alarde entierran rápido los libros y su capacidad para reflejar, influir y hasta cambiar el mundo; sucede, en una cadencia igualmente cíclica e inexorable, que las buenas obras no sólo envejecen bien, sino que suelen encontrar pliegues en la realidad por donde consiguen mantener su vigencia. George Orwell publicó en 1949 la novela distópica 1984, ahora vuelve a ocupar los primeros puestos de las listas de ventas; hay algunos que se sorprenden por ello, quizás no saben que las fibras del Tipo I, largas e inasequibles al desaliento, raramente se rinden.
V
No hay comentarios:
Publicar un comentario