martes, 14 de enero de 2014

En la pista de despegue

Un año que comienza -desperezándose está todavía este 2014- me recuerda con frecuencia a la pista de despegue de un aeropuerto: llegas a ella no sin fastidios previos (el lacerante control de seguridad, las colas cada vez más largas e insufribles, y hasta la extenuante tarea de transportar una porción de tu mundo en la maleta) y la encaras con la expectación empolvada por cierto letargo aburrido, pero cuando el aparato echa a rodar te invade el júbilo del viaje. Incluso en el peor de los escenarios, ese desplazamiento -al igual que el año que principias- te aportará un recorrido nuevo, gente por descubrir, conocimientos y horizontes más diversos o variados, y un ensanchamiento de los horizontes (y los límites) de tu universo. Siempre merece la pena.
Yo he debutado en las cifras del 2014 prendido a la prosa deslumbrante de Eloy Tizón, cuya literatura ya he recomendado aquí en más de una ocasión. No alcanzará en mi corazón la potencia de 'Velocidad de los Jardines' ni de 'Parpadeos', pero sus 'Técnicas de iluminación' me han devuelto a la prodigiosa potencia de su narración gracias a citas como las que siguen:
Parte de esa novela la escribí así: en Somerville, Massachusetts, con un perro en las rodillas, sintiendo en todo momento que escribir es imposible y que también es imposible dejar de escribir.
Porque escribir, pensaba yo, es estar más despierto de lo normal.
Los diccionarios lo cubren todo, excepto la verdad.
Sigues sin saber para qué vives, nadie lo sabe. Todos tenemos dudas, todos tenemos miedo, todos estamos muy solos. Uno intenta vivir, mejor o peor, eso es todo. Salir del atolladero sin demasiadas magulladuras.
Extenuado por su manejo del lenguaje y las ficciones, he atemperado el regreso desde su volumen de relatos hasta la realidad dándome una vuelta por un clásico de Alessandro Baricco, 'Tierras de Cristal', donde también he tenido la suerte de dar con pasajes acogedores y cálidos como una tarde invernal en la compañía adecuada.
¿Quién puede comprender nada de la dulzura si nunca ha reclinado su propia vida, la vida entera, sobre la primera línea de la primera página de un libro? No, ésa es la única y más dulce custodia de todos los miedos -un libro que empieza.
V

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