'Me queda la palabra' de Blas de Otero en la voz de Paco Ibáñez, en el Olympia de París, en 1969, cuando la palabra, además de un arma cargada de futuro, podía ser convertida en un elemento de exclusión. Las palabras de uno y otro en este tiempo difícil, como reivindicación de la vigencia de la palabra en los momentos en los que todo parece oscuro, también en su dimensión granítica, inalterable, en la inviolabilidad que exhiben como guardianas del significado, firmes en su resistencia ante cualquier amenaza o circunstancia. El lenguaje como refugio en este otoño convulso, zarandeado por miedos y polémicas, apenas mecido por la magia romántica de los primeros fríos, gracias a esa luz que se va colmando de oros y terciopelo. La palabra como reducto para la esperanza; así lo proclaman poeta y cantante: 'Si he segado las sombras en silencio / me queda la palabra'.
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