domingo, 29 de diciembre de 2013

Un año lleno de vida

La de los balances es una de nuestras costumbres más repetitivas y, tal vez, innecesarias. Nos pasamos la existencia creando compartimentos falsamente estancos que cerramos y analizamos con intención de obtener conclusiones, sacar pecho de nuestros logros o enterrar en su malecón ya abandonado lo que consideramos una mala racha definitivamente superada. La realidad, sin embargo, es que durante la continuidad ininterrumpida de nuestro trayecto vital en muy pocas ocasiones nos encontramos con un verdadero punto sin retorno: la muerte de alguien, un cambio de país de residencia o el áspero extrañamiento de una ruptura son algunos ejemplos de ese momento transformador. Para el resto del tiempo, cada día -también el primero de enero del año entrante- es tan solo una prolongación del anterior, un ciclo solar en el que no caben determinismos de finalización. En cualquier caso, a veces es divertido entregarse al resumen, aunque sólo sea porque el ejercicio nos obliga a someter a una revisión crítica la actividad de nuestros últimos meses. Aquí va mi 2013:

 - Lo imprescindible es que se trató de un año lleno de vida que, como todo lo que atañe a nuestra débil condición humana, tuvo momentos de fango y brillos de oropel. Atravesamos un invierno nuclear y, como el niño de 'La Carretera' de McCarthy, nuestra naturaleza fue capaz de acercamos hasta las costas de la esperanza y la primavera que ahora cabrillea en torno a nuestros tobillos.

- "Me hecho más frágil, me he hecho más triste, me he hecho más temeroso, me he hecho más escéptico, me he hecho más viejo", dice Giralt Torrente en su 'Tiempo de Vida', y es una definición certera de lo que nos ha sucedido a la mayoría en este tiempo. Pero también, es de justicia incluirlo, nos hemos hecho más sabios, hemos visto más mundo, conseguimos seguir amando, nos hemos emocionado con amigos y parejas, comimos manjares increíbles entre grandes carcajadas y nos bebimos una porción gustosa del mundo. Nuestro equipaje incorpora algunos arañazos de experiencias nuevas, y por eso mismo, ya valió la pena.


- Hemos enriquecido nuestras vidas con personas hasta ahora desconocidas, llegadas desde lo cercano o surgidas a partir de la lejanía; ellos nos ampliaron los horizontes e incrementaron el patrimonio inmaterial de quienes somos con sus conversaciones, afectos y vivencias. También nos dejamos a algunos, en ciertos casos con pesar, en otros -aunque eso quizás todavía no lo sepamos-, con el alivio de habernos aligerado de su peso desleal y mezquino.
- Entregamos muchas horas a leer, para descubrir con deleite páginas e historias que nos hicieron mejores. 2013, para mí, es el año de 'Stoner', de John Williams, del 'Baile de Máscaras' de José Manuel Díez, y de 'Duelos', que cinco años después de haberme crecido entre las manos se ha hecho un hueco en mi estantería (afortunadamente también en otras) junto a 'Devuélveme a las once menos cuarto'.
- En el año que se marcha descubrimos 'La Gran Belleza' de Sorrentino, 'Blue Jasmin' de Allen, 'El Consejero' de Scott/McCarthy, 'La vida de Adèle' de Kechiche, 'Gravity' de Cuarón, y sobre todo, el 'Searching for Sugar Man' de Bendjellou, que nos regaló la figura de Sixto Rodríguez y su música magnética.
- Pero, por encima de cualquier otra consideración, con heridas o sin ellas, extenuados o necesitados de más batallas, 2013 nos ha dejado en pie, aferrados a nuestro latido, con proyectos por realizar y millones de palabras dispuestas para ser pronunciadas, llenos de curiosidad y expectativas, capaces de la ilusión y la valentía. Vivos. Como si fuera poco.



V

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