viernes, 24 de agosto de 2012

La amplitud de diez minutos

Intentaremos no pasear en exceso por el tópico, pero conforme más mayor (y estable, y previsible y, quizás, aburrido) se hace uno, más prodigiosa le parece la capacidad de transformación de la vida. Bien es cierto que esa condición renovadora requiere de la propia disposición para el cambio, pero cuando ambos factores confluyen, cualquier cosa es posible, en cualquier instante, sin condicionantes, frenos o límites. Un segundo cambia una vida, un minuto la transforma en algo novísimo, diez se la pueden llevar a una dimensión nueva, desconocida, de escafandras o bajíos, habitada por seres míticos o inverosímiles.

Así es entre las canículas de un agosto extraño o bajo la inclemente, pertinaz, lluvia de un otoño renovador; un golpe de viento y comienza el frenesí del cuerpo que se adapta a las nuevas circunstancias, los músculos tensos, relucientes bajo la piel, luchando con maromas, crispándose en el vértigo de encontrar una respuesta a medio camino entre lo instumental (bien adiestrado) y lo reflexivo (veloz en la búsqueda inmediata de soluciones). Brújulas en vez de mapas, quizás ésa sea la respuesta a este tiempo oscuro, denso, indescifrable o retador como el desafío de un oráculo escrito en lenguas pretéritas.

Diez minutos para cambiar una vida; y en la revista Diez Minutos, las vidas de Marín, Bruno y Edna como uno de los libros del verano. Muchas Gracias.



V

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