viernes, 23 de noviembre de 2012

Amar las palabras y ¡la segunda edición!

Hace un par de noches me escapé al refugio de oscuridad y calidez de una sala de cine para ver "El ladrón de palabras". Por temática, afinidad y momento personal, era la opción óptima para un paréntesis otoñal y solitario. La película pasó bien ante mis ojos; algunas partes de ella me parecen más acertadas que otras, pero en general no la encontré chirriante, excesiva o artificial. De hecho, hay fragmentos del proceso de la escritura y sus frustraciones con los que me sentí muy identificado; especialmente con todo ese tramo que refleja la remisión del original a los editores, la recepción (o no) de sus respuestas y la experiencia delirante de recibir un informe positivo... que te descarta. "Es demasiado buena, intelectual, refinada; no se vendería bien...", te dicen. Y tu cara cuenta el resto de esa experiencia literariamente kafkiana.


El primer detalle que destacaría en la película es un malabarismo metaliterario muy grato desde el punto de vista del lector. El joven y (casi) exitoso escritor se sienta a leer en Central Park (tópico aunque no irrealizable), y el libro con el que se entretiene y espolea es el magnífico "Pregúntale al polvo" de John Fante. La segunda característica a reseñar es más profunda, y enraíza íntima y certeramente con mis sensaciones como autor. Sin desvelar nada de la trama y marcarme un "spoiler" inadecuado, en un momento de la cinta, el personaje interpretado por Jeremy Irons confiesa haber amado más las palabras de su novela que a la persona que las inspiró. Con un punto excesivo -y sin embargo posible- esa afirmación desvela la esencia central de la literatura: amar las palabras, amasarlas con cariño y combinarlas con brío y entusiasmo para contar historias, haciendo un importante esfuerzo de verosimilitud en la trama, pero sobre todo, con una pasión por el lenguaje y sus matices superior a cualquier otra consideración ficcional, estilística o narrativa.


De mi amor por las palabras nació "Devuélveme a las once menos cuarto", y en el amor por las palabras de los lectores a quienes ha ido llegando a lo largo de estos meses va encontrando esa obra su torrente de fuerza y vida. Gracias a ellos -a vosotros-, el pequeño proyecto de esta novela va creciendo, haciéndose grande y sólido, e implicando a más personas en la historia del sueño perdido de Martín, del sueño encontrado de Bruno, de la visión oculta y sincera de Edna. Diciembre nos traerá su segunda edición, una noticia hermosa y optimista, que me llena de luz y energía, renovándome en el compromiso con la palabras, en esa artesanía meticulosa y solitaria de la escritura, en la aspiración de seguir creando mundos nuevos y originales en donde podamos aprender sobre la realidad de nuestras vidas ordinarias.





V

No hay comentarios: