Hedionda cenizaNuestro mundo privado comprimido perdura en mi memoria, igual que una huella digital alienta una identidad completa. El tacto del cabello húmedo, el olor de tu cuerpo sudoroso y los restos de sal que el llanto dejaba en tu rostro laten vívidos en mi retina. Recuerdo la entrega incondicional de un sexo que nos redimía, cuando tus labios buscaban mi pecho y mi cuerpo se insertaba en el tuyo, en busca de una trascendencia conjunta. Nada queda ya de esas vigilias, de las madrugadas de gemidos y placer en las que mi esencia se licuaba en el semen que anegaba tu vientre. Como la hedionda ceniza que sucede a los fuegos más bellos, un olvido sin nombre ni piedad separa ahora nuestros cuerpos.
V
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