Lo que sigue es una memoria gráfica de lo que sucedió ayer en el Retiro:
Lo primero es ubicarse, pasar por vez primera dentro de la caseta y cambiar por completo tu punto de vista. Hasta hace poco estabas del otro lado, ahora ves a los lectores como los autores en otras ocasiones te vieron a ti. La primera sensación es un tanto extraña; luego vas encontrando más y más cómodo.
Así es como resulta la imagen desde el otro lado. Estás haciéndote con el espacio y dispuesto para encontrarte con tus lectores; ése es uno de los privilegios más grandes que cualquier escritor puede disfrutar.
Y comienza la firma; muchos de los rostros que se acercan desde el otro lado son de gente imprescindible en tu historia personal; el escritor tiene cerca las raíces que le alimentan.
La cosa funciona y hay, incluso, quien se lleva las novelas a pares; si cundiera el ejemplo, seríamos un país mejor, más culto, tolerante, civilizado y dispuesto al diálogo.
Para terminar una tarde inolvidable, algunos papás y mamás nos traen a las futuras generaciones de lectores; quienes se crían entre libros se hacen pronto con el hábito de tenerlos cerca; crecerán más sanos y sabios. Nuestros lectores más jóvenes ayer fueron Martina y Hugo; ojalá dentro de muchos años sigamos compartiendo estas tardes de literatura en el Retiro.
Gracias a todos.
V
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