jueves, 22 de agosto de 2013

El asesino difuso de Martín (Hache)



Es mi película favorita, la que más veces he visto, en un número desorbitado de repeticiones, casi patológico. Aunque ahora hacía algún tiempo que no pasaba por ella; y la extrañaba. Tenía una cierta necesidad de recuperar la mirada dura y tierna de Martín Echanique, su terror ante el mundo; el amor incondicional y casi desesperado de Alicia; la lucidez deslumbrante y libérrima de Dante; y la búsqueda de la voz y el destino propios de Hache, su ardorosa indagación sobre la existencia. Ayer me puse Martín (Hache), de Adolfo Aristaráin, y la disfruté como en mis mejores días. Luego hurgué en su guión y recuperé uno de sus momentos cumbre, cuando el padre, atenazado por la secuencia de intentos suicidas de su hijo e incapaz para comunicarse con él, decide escribirle las razones para evitarlo.

'El asesino difuso'
Algunas razones para combatirlo y seguir viviendo

A) Por puro instinto vital
B) Por curiosidad: por saber qué pasará mañana y qué será uno mismo mañana.
C) Por el asombro que provoca ser uno mismo, el mismo pero distinto cada día, mes a mes, año a año.
D) Por intentar hacer lo que sea, lo que se quiera, lo que a uno le guste, sin preocuparse por conseguir el éxito o el fracaso, buscando sentir solamente el placer de intentarlo. Importa el camino, no la meta.
E) Por la aventura, que existe y viene si uno la busca y nos hace conocer el riesgo, la fortuna y todo lo que uno es incapaz de imaginar.
F) Por toda la gente que nos falta conocer. Por las mujeres que uno conocerá y amará, por los hijos que nacerán y que te harán descubrir que el amor que se siente por ellos no es amor, es algo mucho más fuerte, más profundo e indescifrable.
G) Por el placer de comer y beber con amigos y amantes y amanecer en los bares, filosofando seriamente después de haber bebido demasiado. Comprobar al día siguiente que la resaca ha borrado las verdades fundamentales que habíamos descubierto y que eso nos exige practicar la rutina de repetir el mismo método muy a menudo.
H) Las razones que le sirven a uno no tienen por qué servirle a otros. Esto nos obliga a vivir para encontrar razones para seguir viviendo. Si es que las hay o si es necesario inventarlas. Esta búsqueda es también una muy buena razón para seguir. Siempre.

Estos ocho puntos me parecen un buen manifiesto para enfrentarse a la realidad, una guía, si no completa, al menos bastante cercana a lo que podrían ser las razones para seguir viviendo. Pero tengo una especial predilección por el momento siguiente de la película, cuando, tras leerlo, Alicia completa el mensaje y define a Martín -también a sí misma en el intento- de un modo estremecedor.

No dice nada del dolor... No dice que hay cosas que duelen tanto que es mil veces mejor morirse... Es como es él: no se mete a fondo en nada, no dice nada, pero es simpático... No soporta el dolor y lo niega, decide que no existe... Es una puta mierda que no sirve para nada (y arruga el papel).

V

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