martes, 28 de enero de 2014

Gil de Biedma mientras zarpa la travesía

Después de haber agotado los trámites previos, cubierto las líneas de un expediente en exceso minucioso, y reunido en un pequeño hatillo las pocas certezas necesarias para lanzarme al desafío, ayer me hice al mar de la ficción. Coincidiendo con la entrada número 100 de este blog, dejo constancia de mi partida; apenas tengo algunas intuiciones asombradas de a donde quiero llegar, pero estoy tranquilo: me guía un deseo trepidante en su crecida, más ardiente de lo experimentado en las ocasiones previas, el lucero deslumbrante de una pasión renovada. Como siempre que asumí un viaje de esta naturaleza, tan solo zarpo con el conocimiento de que al final de la travesía ya no seré el mismo; nunca las horas de desvelo, brega y sufrimiento te devuelven con la piel intacta y el alma inmaculada.


 

El equipaje del viajero es efímero; lo componen ciertas ideas de apariencia fértil, el patrimonio de las experiencias precedentes, y ese lucero de las inspiraciones que te asaltan -y sobrecogen- cuando parecías haberte hecho con las claves de la marcha. A mí, ayer mismo, me abordó la última de ellas: un latigazo de la memoria me devolvió a la sabiduría de un poema de Jaime Gil de Biedma, Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. Sean sus palabras la música de la despedida mientras me dispongo a la merced de oleajes, vientos y seres marinos; cuento con vuestra complicidad lectora en este espacio de desahogos mientras intento rematar la cumbre de esta nueva novela.


Fue un verano feliz. 
                              ...El último verano de nuestra juventudde nuestra juventud, dijiste a Juan
en Barcelona al regresar
nostálgicos,
y tenías razón. Luego vino el invierno,
el infierno de meses
y meses de agonía
y la noche final de pastillas y alcohol
y vómito en la alfombra. 
                              Yo me salvé escribiendo
después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. 
De los dos, eras tú quien mejor escribía.
Ahora sé hasta qué punto tuyos eran
el deseo de ensueño y la ironía,
la sordina romántica que late en los poemas
míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica...
A veces me pregunto
cómo será sin ti mi poesía.
Aunque acaso fui yo quien te enseñó.
Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,
por cobardía, corrompiéndolos.

V

1 comentario:

Josefa Montero dijo...

Te deseo mucha suerte en ese viaje tuyo hacia esa mar que te espera llena de momentos de inspiración y palabras que tú mismo aún desconoces, pues el que empieza un nuevo viaje puede tener una idea del trayecto que quiere recorrer pero no sabe las aventuras que vivirá en el mismo....
Yo igualmente sumergida en otro viaje, pero este es a pie. Cada día doy un pequeño paso más sin saber cuando llegaré a mi destino,pues solo las palabras y las frases van construyendo el camino....

Pepi Montero