jueves, 1 de mayo de 2014

De la primavera entre Sevilla y 1999

Y la primavera va siguiendo su curso, abandonado el mes más cruel de Eliot, y metiendo ya los pies en el mayo que se nos convertirá en la certeza del verano con rapidez y eficacia, en esa dinámica de días, semanas y meses a la carrera que se nos lleva la vida entre anhelos y esfuerzos. La temperatura se ha suavizado, el sol remolonea en alféizares y terrazas, y hay quien, en la recompensa de sus rayos, olvida el sacrificio de ese invierno largo, intempestivo, que para otros amenaza con hacerse eterno. Así somos, puro presente, un olvido sistemático y sabio, la conciencia de que es imposible retenerlo todo en la memoria; que tampoco sería sano consagrarse al dato añejo, superado, encadenarse a lo pasado y convertirlo, en la estupidez de su reiteración, en un muro imposible de franquear.

La estación optimista es una realidad, y yo me marché a vivirla en Sevilla, recuperando las sensaciones de esa ciudad hermosa y de sus gentes amables, que tan bien han tratado a mis obras; en esta ocasión volvieron a arropar con su cariño la presentación de 'Duelos'. Por sus calles sentí la verdad de este tiempo y pensé que valía la pena aferrarse a él, ser ese presente único y feliz, abandonarse a la risa y la despreocupación como si fueran el territorio al que uno ha pertenecido desde siempre. A esa decisión me condujo además la generosidad de los compañeros del Diario de Sevilla, que acunaron a mi libro entre sus brazos, aunque también para ello me dieran un pequeño empujoncito para arrimarme a la cuarentena ;)



Los días pasan y el trabajo literario sigue adelante, sistemático, paciente, con un punto de fe en lo artesanal, sin conceder espacio ni tiempo a las dudas o el resultadismo; sólo voluntad y afán de superación, compromiso con la obra y apuesta por la belleza. Un universo de sensaciones que, desde hace un par de días, se mece al ritmo de esta deliciosa versión de 1999.

V

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