Desde entonces, nos ha pasado la vida, nos pasó la literatura -que todavía nos sigue pasando-, nos pasaron los desiertos, las muertes y ciertas felicidades, y al final aquí seguimos, tercamente fieles a lo que integra nuestra esencia última, incapaces de desprendernos de las moléculas que se entrelazan en nuestras neuronas y nos construyen, imperfectos, apasionados, únicos. Duelos es hoy, también Devuélveme a las once menos cuarto, que consiguió alargarse hasta los cuatro años, un recuerdo hermoso que ha ido abandonando las estanterías para hacerse un hueco en los almacenes, ya lejos del ruido y la atención, heroico en su determinación por resistir, valiente, determinado, frágil y duro.
Cuando escaparon de mi poder las historias de Adzhed, Aleah, Olafur o esos samuráis hermosos y anacrónicos, La intemperie de la belleza estaba próximo a su final y el texto de los fractales se iba esbozando en mi cabeza con la lenta determinación de lo imparable. En el entretanto abismal entre aquel día de noviembre y éste, una constelación de minucias inabarcables ha ido sacudiendo los cimientos de mi universo, en algún rato, no lo niego, llevándome tan lejos del hecho literario como para sentirme hueco, enmudecido, inhábil o seco para seguir soñando historias. Sucede, no obstante, que hay circunstancias que uno no elige en su vida: no te es dado convertirte en alto o bajo, tampoco que un pulso sin descanso se mantenga constante en ti, haciéndose audible por encima de todo ruido o perturbación, esperando el silencio de la noche para atronarte con una verdad tan luminosa como liberadora: nada de lo que la rodea es literatura; no lo es ni tan siquiera el propio libro. Sólo el texto y tú lo sois.
V
Me di un par de años para largarme... Y mientras tanto... El pulso sin descanso, el pulso sin descanso... Planeta Sur
Cuando escaparon de mi poder las historias de Adzhed, Aleah, Olafur o esos samuráis hermosos y anacrónicos, La intemperie de la belleza estaba próximo a su final y el texto de los fractales se iba esbozando en mi cabeza con la lenta determinación de lo imparable. En el entretanto abismal entre aquel día de noviembre y éste, una constelación de minucias inabarcables ha ido sacudiendo los cimientos de mi universo, en algún rato, no lo niego, llevándome tan lejos del hecho literario como para sentirme hueco, enmudecido, inhábil o seco para seguir soñando historias. Sucede, no obstante, que hay circunstancias que uno no elige en su vida: no te es dado convertirte en alto o bajo, tampoco que un pulso sin descanso se mantenga constante en ti, haciéndose audible por encima de todo ruido o perturbación, esperando el silencio de la noche para atronarte con una verdad tan luminosa como liberadora: nada de lo que la rodea es literatura; no lo es ni tan siquiera el propio libro. Sólo el texto y tú lo sois.
Con tu permiso, o incluso sin él, éste es el momento, aún estamos a tiempo...
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