martes, 20 de junio de 2017

Pensar en círculos




El ambiente está cargado de una cierta electricidad remolona, capaz de lo mejor y de lo peor, un deseo circular y endogámico, sabio en su reiteración, pero también demasiado insistente, incómodo por la estática ensordecedora de su minúsculo zumbido, tan ínfimo como penetrante. No sirve de mucho resistirse a lo inevitable, y sin embargo, lo hacemos, en una parte importante de las ocasiones porque no tenemos el conocimiento de que será inmutable, y en otras porque nos concebimos en el absurdo titánico de las causas perdidas. Como si cambiar el signo de los acontecimientos se pareciera a modificar las fechas en una vieja agenda de papel.

Cabe contemplarnos con ternura resabiada, admitiendo que el ejercicio de la resistencia es merecedor de la admiración de quienes lo observan, con independencia de su firme candidatura al fracaso, poético y desprestigiado, y sin embargo, todavía magnético y poderoso. Somos la voluntad o no somos nada, siendo que esa capacidad para resistir toda eventualidad está construida a partir de la contumacia de la palabra, de la férrea solidez con la que el pensamiento teje su urdimbre de argumentos, motivaciones, desenfrenos y nostalgias. Todo lo que se explica a partir de una argumentación granítica tiene garantizada la supervivencia, tanto da lo desorbitado de su objetivo.

Son las palabras, cargadas y agitadas, que tienen el poder de transformar el tiempo.

Hay veces, no muchas ni tampoco pocas, en las que defraudamos nuestras propias expectativas; qué decir de las del resto. Son casos -no muchos ni tampoco pocos- tan clarificadores como necesarios: nadie se edifica sobre la planicie átona de lo siempre acertado, exitoso o correcto; en el rompepiernas del fracaso residen muchas de las respuestas que precisaremos más adelante, cuando fatigas y dilemas se afilen en la piedra de lo insalvable.  Y como en esos juegos detectivescos, sólo quien va haciendo el acúmulo de las pistas correspondientes tendrá, en el trance final de lo decisivo, las herramientas necesarias para resolver el acertijo de la vida -quizás nada más que para sobrevivir a él-.



Los pensamientos circulares tienen una capacidad de evocación casi mágica, la prodigiosa tendencia a enroscarse en tu cabeza para, cuando la maraña ofrece su apariencia más confusa, sorprenderte con aquello para lo que no estabas preparado; ideas, respuestas, soluciones o desafíos, todo puede salir de un pensamiento que gira y gira igual que un derviche persiguiendo su trance. No hay solución para algo así, tampoco está claro que se trate de un asunto que requiera de soluciones: pensar, aunque sea en círculos difíciles de comprender, ya es mejor que cualquier otro plan...


V

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