"Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones" - De qué hablo cuando hablo de correr, Haruki MurakamiEl novelista japonés y su obra (otro de cuyos fragmentos abre Devuélveme a las once menos cuarto) ocupan un lugar destacado entre mis predilecciones, aparte de por su delicada (y a veces equívoca) belleza, por el efecto llamada que tienen sobre mi capacidad de sacrificio. Como cuando me calzo las zapatillas de correr, en los momentos de más bloqueo recurro a sus palabras, las proceso y metabolizo para convertirlas en esa fibra larga, resistente, incansable, de los corredores de fondo; en el músculo habituado a dar un watio más de sí en el momento en el que, acalambrado, parece al borde de la extenuación; en esa imaginación entrenada para seguir peleándose con el lenguaje y creando literatura cuando, en la empinadísima, tortuosa, ascensión, todas las fuerzas parecen gastadas. Entonces le imagino con su metódica parsimonia, corriendo ultramaratones al mismo ritmo feroz con el que nos ha ido ofreciendo Tokio Blues, 1Q84, Kafka en la orilla, y tantas otras. Y en ese instante se me hace más sencillo apretar los dientes y seguir...
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