lunes, 9 de julio de 2012

Luminosa oscuridad

Qué placer, como lector, cuando encuentras un libro que se te desboca entre las manos, que te absorbe durante el tiempo de la lectura y también es capaz de plagarte de cavilaciones después, cuando lo has abandonado hasta el próximo encuentro; tal vez tras cerrarlo definitivamente. Seguramente, ése es el mejor termómetro de la buena literatura: tu rapidez a la hora de leer una novela, las ganas con la que coges, el sedimento depositado en tu alma al concluirla, tu locuacidad para recomendársela a la gente de tu alrededor. Yo llevaba días prescribiendo a todos mis contactos "La mujer de sombra", de Luigé Martín, incluso mucho antes de terminarla, sabiendo que no decaería en mis sensaciones al final.

Se trata de una obra dura, difícil, oscura y luminosa, o luminosa en su oscuridad, una reflexión profunda, valiente, acerada, sobre el comportamiento humano y los secretos, acerca de las trampillas que permanecen cerradas y desvelan, tras su apertura, perversiones, lacras, daños y hedores. Partiendo de una situación cercana a lo trivial, Luisgé Martín se adentra en un laberinto de obsesiones y complejidad, en una intensa búsqueda de la verdad por parte del protagonista, Eusebio, capaz de terminar no sólo consigo mismo, sino con el resto de los miembros de su exiguo hábitat. El libro aborda temas tan complejos como el sexo, la depravación y la sordidez desde un prodigioso punto de vista literario, rico y cuidadoso con los términos, delicado, sutil, pero también crudo, sincero, de una capacidad descriptiva fastuosa. Es una novela que, al margen de lo central y estremecedor de su temática, he disfrutado en cada línea, en el acierto de todas sus elecciones estéticas.



Encaré "La mujer de sombra" desde una perspectiva muy técnica, buscando la referencia del trabajo de Luisgé Martín sobre aspectos difíciles de abordar para ayudarme a enfocar mi propio proceso creativo. Las fuentes de inspiración son imprecisas, casi tanto como los materiales que se instalan en ti y determinan tu escritura posterior; hay etapas profundamente oscuras, en las que caminas a partir del instinto, sin apenas certezas, y ésta es una de ellas. Esta historia me acompaña ya, su uso del lenguaje me ilustra, pero es imposible saber cuánto tendrá que ver en el resultado final de una travesía a la que todavía le quedan largas jornadas de trabajo y brega.

V

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