miércoles, 16 de enero de 2013

Viajar con un amigo

Abandono la jornada con Eloy Tizón, satisfecho de mi experiencia durante la travesía de La voz cantante (que me ha dejado una última cita memorable: "Nada deja tanta huella en nosotros como las cosas que no concluyen"), y me preparo para embarcarme en un nuevo viaje, en esta ocasión con la confianza que da hacerlo junto a un amigo. Cada vez que abro un libro, tengo esa sensación, la de comenzar un trayecto nuevo, misterioso, que me ha de llevar por lugares ignotos, donde conoceré a personas peculiares de cuyas vivencias podré extraer enseñanzas para mi vida, y que me devolverá a tierra cambiado: más sabio, sensible o pertrechado para las sutilezas del mundo; enriquecido y dichoso.

Esta noche, sin falta, parto junto a mi amigo Fernando Clemot camino de sus Safaris Inolvidables (Menoscuarto, 2013), y ya siento el hormigueo nervioso del despegue.



Para quienes no le conozcáis, Fernando Clemot es un escritor imprescindible, una de las voces de llegada reciente (aunque no tanto) al mapa de la literatura en español, pero que ya luce en su solapa galones de tanto peso como la victoria en el Setenil por su libro de relatos Estancos del Chiado. A ese prestigioso galardón nacional hay que añadir las buenas críticas de sus excelentes novelas El libro de las maravillas y El Golfo de los poetas, y una constelación de premios en certámenes de relatos y novelas como para sonrojar a cualquier aspirante.

El mejor modo de saber quién es Clemot es adentrarse en las páginas de sus ficciones, os garantizo que rentabilizaréis la inversión con horas de disfrute y entretenimiento. Por si necesitarais un empujoncito más, os diré que Fernando es un narrador de voz potente, clara, personal y reconocible; un escritor sabio, que utiliza el lenguaje con respeto y sabiduría para componer (pinceladas de ironía, cultura y sensibilidad mediante) complejas historias llenas de lecturas diversas y de un hondo, decisivo, conocimiento del hombre y sus pasiones. Es, además, quien tuvo la generosidad de presentar Devuélveme a las once menos cuarto en Barcelona, rematando con ese acto el magisterio literario, generoso y discreto, que su cercanía ha tenido sobre mí.

Sin perder ni un instante más, cierro mi maleta y levanto la mirada hacia el comienzo del camino; esto encuentran mis ojos:

No hay peor momento que el anochecer para acabar un viaje.
Es bajo el influjo de esa luz mórbida donde se apagan las emociones de la jornada y resplandecen todos los miedos; chirrían como vidrios bajo nuestras plantas antiguos fantasmas que creíamos sofocados (...) 
V

PS: Tenéis uno de los relatos de este libro en Culturamas

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