Sin spoilers, hay en ambas producciones audiovisuales, tan divergentes en su punto de partida, un sustrato coincidente, un mismo tema de reflexión y análisis: el ser humano, sus pasiones ocultas, la capacidad de alcanzar cotas impensables (en cualquier ámbito) cuando se tocan aspectos muy sensibles de su persona. Breaking Bad y Amour hablan, en esencia, de lo mismo: de individuos asustados ante la magnitud de la vida y sus ramificaciones, de seres llevados a un extremo de máxima tensión, y que reaccionan frente a esa circunstancia como saben o pueden hacerlo; tratando de ponerse a salvo, de proteger a quienes aman, de asegurar su supervivencia o las de sus familias.
En Breaking Bad la experiencia es más extremada, más loca podría decirse, pero en la evolución de Walter White (y por supuesto en la de Jesse Pinkman) hay mucho de lo que cada uno de nosotros podría llegar a ser si se viera frente a sus mismos condicionantes; tal vez, y este comentario es sólo para "avisados", no ahondaríamos tanto en nuestros aspectos menos bondadosos, pero sólo tal vez no lo haríamos... En Amour, sin embargo, la trama es más austera, sobria, dolorosa; quienes se sienten frente a la pantalla harán un viaje sombrío junto a Trintignant y Riva (soberbios ambos, sobre todo ella) y se plantearán preguntas de mucho calado: sobre el sentido profundo del amor, la generosidad y la entrega, acerca de cuánto estamos dispuestos a hacer (en toda dirección) por la persona a quien amamos.
Como ya he dicho que no quiero marcarme un spoiler involuntario, aquí lo dejo. Con la recomendación de ver ambas y el trailer de la primera temporada de las aventuras del Profesor White, su periplo será más "divertido" para el espectador a lo largo de esas cinco brillantes temporadas de televisión.
V
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