miércoles, 17 de julio de 2013

Ojos, miradas, verdades

De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada. Vivía nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hacía, sólo miraba, espiaba a los ojos de la gente, las caras de los desconocidos, de los camareros de los bares y los dependientes de las tiendas, las caras y las miradas de los detenidos en las fichas. El inspector buscaba la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación (...) Sería probablemente la mirada de un desconocido, pero el inspector estaba seguro de que la identificaría.  Plenilunio, Antonio Muñoz Molina.

Estaba pensando en miradas, o más bien, en cuánto me gustan las miradas, cómo persigo los ojos de la gente y de qué modo trato de desentrañarlos, consciente de que en muy pocas ocasiones son capaces de mentir, de toda la información que obtengo de ellos. Me reconocía en la búsqueda directa de los ojos, en su poder de fascinación sobre mí, en las veces en las que me abismé en la profundidad de unos... y, de repente, recordé este inicio fastuoso, la búsqueda de una mirada, el espionaje de unos ojos, la caza de sus verdades. Muñoz Molina, Plenilunio, las miradas y una tarde calurosa de julio me parecieron elementos suficientes para un post, éste.

V

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