Ayer, surgida de algún lugar remoto de mi memoria, se me vino a la cabeza Léolo. No sólo la inolvidable película de Lauzon, sino especialmente su protagonista, ese niño que va despertando al mundo, pero en quien todavía se mantienen los mimbres esenciales de la inocencia y la capacidad de soñar. Me la puse y entendí mi añoranza con este fragmento, el amor al libro, su capacidad para ensanchar el mundo y mantener lejos del desatino a ese pequeño osado, la inspiración de energía y valor. 'Porque sueño, no lo estoy...', quedó retumbando en mi cabeza durante muchas horas. Y decidí compartirlo con vosotros, porque si la habéis visto, sabéis de qué hablo; y si no, acabáis de comprender que debéis hacerlo.
V
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