La cosa viene a partir de este post del escritor, y amigo, Fernando J. López, en el que reflexiona sobre las razones que llevan a una persona a embarcarse en el proyecto apasionante -y, sin duda, agotador- de la literatura. Ese abanico de 'a pesares' que él salta para alcanzar la razón última, e íntima, de su vocación de escribir me ha servido a mí como un estímulo para reflexionar acerca de mis motivaciones. Éstas son algunas de ellas, de la mayoría, imagino, ni yo mismo soy consciente:
- Por Bruno, Martín, Edna, Adzhed, Mishima, Olafur, Martín, Aleah, Volta, Tasha, Hernán, Belén, Calantha, Olaizola, Lucas o Ranchal; por todos los personajes que, si yo no me sentara a inventar, nunca llegarían a existir. Por los que ya están gestándose en mi imaginación, aunque todavía no lo sepa, por el deslumbramiento de descubrirlos.
- Por el placer de contar historias, ancestral e imprescindible para hacernos más habitable el mundo. Por continuar con la senda de narraciones en la que me embarcó mi abuelo Víctor, un fenomenal contador de historias que jamás dejaba a su auditorio indiferente. Porque seguir su camino es un modo de honrar su memoria.
- Porque escribir es otra forma de leer, quizás de leerse a uno mismo en lo más profundo de su sensibilidad y razones, de añadir luz donde habitan las sombras. Y yo, esencialmente, soy un lector.
- Por la magia de los libros y el sueño cumplido de verse como autor de uno de ellos; y porque pocas cosas me han emocionado tanto como el día que recibí la caja con los primeros ejemplares de 'Devuélveme a las once menos cuarto'. Esos minutos de soledad todavía palpitan en mi recuerdo; lo harán por siempre, pase lo que pase.
- Porque aunque ya he cumplido con 'Devuélveme a las once menos cuarto' y 'Duelos', aún no he conseguido llevar al lugar que merecen a 'La intemperie de la belleza' y ese otro manuscrito para el que todavía no tengo un nombre.
- Por ese nombre que está por llegar, y el texto original que se va formando ante mis ojos; por el prodigio de la creación, que convierte deseos en realidades, desmintiendo las fronteras que nos imponemos, haciéndonos grandes en la consecución de objetivos, llevándonos más allá de nuestros límites.
- Por esos lectores a los que nuestro esfuerzo ha servido de algo, para seguir aportando intangibles a las vidas de aquellos para quienes conseguimos un instante de emoción, deleite o clarividencia. Porque todo texto de ficción está destinado, al menos, a cumplir con las expectativas de una persona, y a ésa no debemos fallarle.
- Por la cultura, para seguir acrecentando el acervo que nos enriquece y dignifica, porque cada producto cultural supone una mejora en la condiciones de vida de la Humanidad. Y de forma muy especial, porque cuando un artista hace la apuesta de dedicarse a sus creaciones está siendo un valiente que se juega cuanto tiene por una idea, no importa cómo de alocada pueda ser.
- Porque sueño, y se lo tomo prestado a Léolo, yo no lo estoy... O quizás sí, pero soñar es una parte irrenunciable de mi experiencia del mundo, un desvarío del que no quiero prescindir. Y porque escribir es una parte de ello, la parte principal y más importante de todo ello, algo sin lo cual no sería yo mismo, que me define y completa.
V
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