jueves, 26 de marzo de 2015

Negro

Esto que ves, en realidad, debería ser algo que no estuvieras viendo, por más que trates de abrir bien los ojos, las yemas de tus dedos estirando la piel del rostro junto a la línea del párpado, agrietándola en un esfuerzo estéril: el problema no es de apertura, sino de falta de luz. Alrededor todo está negro y eso, que tantas veces te pareció el refugio placentero donde echarte a dormir, se convierte en causa de desasosiego, el pulso descabalgado y las neuronas tratando de hacerse a la anómala ausencia de imágenes en un mundo esclavo de lo visual. Quizás, si fueras un tipo osado o de decisiones valientes, pensarías que bastarán unos minutos para que tus pupilas se adapten a la nueva situación, no en vano -razonarías-, el hombre es un ser de cuevas, venido de refugios lúgubres y viscosos, criado en las tinieblas y hecho a ellas; y, sin embargo, en esta ocasión eso es imposible, porque esta oscuridad no está mitigada por fosforescencia alguna, y la habilidad pretérita del ojo humano se atrofió con la evolución.



Hay dos opciones ante un escenario así, y ambas te conducen a un mismo destino, está en tu juicio llegar a ese hito por la ruta más plácida, o castigarte el cuerpo con las inclemencias de la tortuosa. Si optas por pelear contra la realidad, lo que seguirá a tu decisión será un rabia intensa, honda e irracional, que se te agolpará en el pecho y amenazará con ahogarte, impidiendo el paso regular del aire por tus vías respiratorias, densa hasta la solidez, también ácida y corrosiva. La sensación, entonces, tendrá mucho que ver con el pánico, y será tan extenuante como estéril, porque ni un haz de luz tendrá la benevolencia de venir a consolarte, y además, eres un ser cobarde, incapaz de bracear en la negrura en busca de una solución, temeroso de encontrarte cercado por fieras, abandonado en el límite de un precipicio, rodeado por riscos y escollos capaces de desgarrarte los tejidos y separarte los tendones de sus huesos. Llorarás en silencio, queriendo pasar inadvertido, atragantándote con las lágrimas y reprimiendo sus hipidos con manos trémulas; finalmente, el cansancio te conducirá a una cierta forma de sosiego o resignación, tranquilo ante la imposibilidad de revertir la situación, relajado al depender de una voluntad ajena a la tuya.

Con idéntico sosiego habrás vivido este lapso si optaste por disfrutar del momento, fascinándote ante la intensidad de ónice del negro que te rodea y queriendo abismarte en los sentidos que el apagado de la vista pareciera resaltar. Si así fue, cerrarás los ojos, ya no los necesitas, pueden descansar ellos y destinar su energía al resto, en primer lugar a los oídos, que buscan sonidos o estáticas en un espacio neutro, sin susurros ni ruidos ululantes, perfecto en la insonorización, irreal. Más tarde recurrirás al tacto, y te ubicarás en un habitáculo breve y esférico, de paredes lisas y suaves, resbaladizas y amables, una combinación de circunstancias que se te harán cálidas; no has regresado al útero primigenio, pero te encuentras tan cómodo y seguro como lo estuviste en él. Gusto y olfato unirán su destino en este punto, el primero tratando de ayudar al otro en la determinación de ese aroma que, aunque hasta ahora no te habías percatado de él, es nutritivo y plácido, algo dulce, con regusto de vainillas y flores, afrutado, sólido como el abrazo de quien te sustenta... Llegado a ese instante, será el momento de iniciar un viaje interior, de recorrerte en los caminos que subyacen bajo tu latido, adentrarte en las venas y perseguirte por las esquinas de ti mismo, tratando de mirar a los ojos de eso que con tanta vehemencia te ocultas, buscándote y, tal vez, con la dicha -o el espanto- de terminar dando con tu verdadera cara. Si eres de los imaginativos, el viaje será fértil, próspero, lleno de secuencias sensuales y gustosas; al apretar los párpados serás capaz de generarte el espejismo de las constelaciones que ya no puedes ver, y volverás a ser un humano solo ante la inmensidad del universo, con todo por hacer y una capacidad creativa que te permitirá alcanzar cualquier lugar.

V

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