miércoles, 16 de diciembre de 2015

'El hambre invisible', una lectura en siete escalones



Escalón primero: 'Así es mi identidad, muñecas rusas que no acaban jamás'
El hambre, una vez más; como siempre, porque nunca se retira completamente, tampoco cuando estás ahíto. La necesidad como un imperativo perentorio e insaciable, descubierto por accidente tras un principio de estabilidad o plenitud. Realidades que se ocultan tras realidades, fingiéndose realidades o tan solo haciéndose fuertes en ellas. El poliedro de la personalidad imponiéndose siempre, en cada ocasión.


Escalón segundo: 'Un laberinto irreal, donde sólo una voz me guió, eras tú'
Laberintos, angustiosos y adictivos, tan poderosos en su reclamo como las puertas cerradas; incitantes y perniciosos igual que esas otras apenas entreabiertas, invitándonos al placer culposo de la espía. La complejidad de saberse en el centro de la decisión, responsable de ella pero no aludido por su urgencia; el rito narcótico y excitante de la búsqueda de respuestas. Y sobre todas ellas, una voz clara, nítida, inequívoca; la guía adecuada e imprescindible.


Escalón tercero: 'Que un día atacaremos en forma de alud'

Palabras, siempre palabras, fuertes y necesarias, pero también capaces de la sutileza o el enmascaramiento. Palabras que un día encuentran su lugar y son capaces de arrasarlo todo con la inevitabilidad de los aludes; una masa deslumbrante de ideas o justicia avanzando con la velocidad de lo que se conoce fuera de toda duda, ganando adeptos o derruyendo muros, tanto da cuando llega el momento en el que algo debe establecerse.


Escalón cuatro: 'Como un sueño fractal'
La realidad fragmentada y complementaria, el aluvión de matices que componen e integran una lectura, armando su sentido íntegro en el falso desvaído de sus esencias: todo pareciera haberse sumido en un nuevo ente, y sin embargo, cada una de las características individuales sigue presente. Lo fractal como una obsesión repetitiva, fértil y al mismo tiempo malsana, el envenenamiento del sueño y la memoria de lo que está por hacer.



Escalón quinto: 'Ser actitud. Ser actitud. Más actitud'
Lo obvio de la voluntad, tantas veces repetido desde la infancia; el mantra inequívoco de los sufridores y los llamados para la gloria: no sólo ser capaz de algo, sino consagrarse a su repetición enfermiza y compulsiva. Encontrar el sentido en la actitud, justificarse en la persecución de la idea, tal vez no como un fin dudosamente alcanzable, quizás en la certeza de que la función pueda desarrollar al órgano y convertirlo en ese objeto tan largamente deseado.


Escalón sexto: 'Es como cuando sueñas que nadie te ve. Y sigues dando pistas por si alguna vez...'
Soñar, la importancia del sueño, la maldición del sueño en su abundancia o su carencia: la letanía quejosa del insomne, la noche plana y abúlica del dormidor sin memoria, la desesperación de quien se encuentra cada madrugada perseguido por imágenes que impiden su descanso; no necesariamente en forma de pesadilla, también la placidez puede atemorizar. El sueño sin que nadie nos vea y la necesidad de ser vistos, las pistas dispuestas para que el otro logre encontrarnos; tan absurdas.


Escalón séptimo: 'El hambre invisible en su escudo de piel'
El hambre innegable y siempre victoriosa, que regresa para derrotarnos cuando uno menos la espera, emboscada tras la apariencia inofensiva de la piel propia, irisada de vellos y calidez. El rugido de su presencia, la inquietud y el desasosiego de quien se conoce en el abandono de una obligación autoimpuesta, más imparable cuanto más propia. El hambre y su feroz satisfacción, la íntima complacencia de haber regresado al punto de partida, completando el círculo y dándole sentido a su sinrazón.

V

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