jueves, 11 de junio de 2020

Aquellas pequeñas cosas que alumbran una novela


Como lector me ha interesado frecuentemente conocer de dónde proceden las novelas, cuál es la imagen o el chispazo en el que prende la trama posterior. Así supe que Antonio Muñoz Molina se había servido de su propia inexperiencia en las tareas más incómodas de la paternidad para construir al Comandante Galaz sin vocación de El Jinete Polaco. También que García Márquez se impulsó en la canción 'Aquellas pequeñas cosas', de Joan Manuel Serrat, para encontrar en alguna de sus obras ese algo después del que todo comienza a suceder. Porque es así: del modo más accidental -o menos académico- das con el primer verso (el que "regalan los dioses") o la idea que enraíza en tu imaginación, y a partir de ahí da comienzo el proceso creativo.

En el caso de Apenas Fractales todo sucedió en un avión que sobrevolaba el Atlántico Norte. Era el 1 de enero de 2014 y, sentado en el asiento de aquel vuelo de American Airlines, parecían darse las circunstancias adecuadas para descansar un poco. Llevábamos 24 horas enloquecidas, con vuelos desviados, escalas imprevistas y carreras para no perder varios enlaces, que habían concluido en el malabarismo de que todo finalmente cuadrara y nos acercáramos al destino que durante muchos momentos pareció escaparse de nuestras manos. Cansado, con un libro cerca y una bebida para deshacer el sofoco, apareció la idea. No era el momento idóneo, mis cuadernos iban en el portaequipajes y lo más socorrido que tenía al alcance para tomar las notas iniciales de la novela era una servilleta; la que acompaña estas líneas.

Desde aquel día, esa servilleta de American Airlines ha estado guardada en el cuaderno donde se fueron desperezando los conceptos que en ella apunté con celeridad, guiado por una iluminación de cuyo origen ni siquiera hoy estoy seguro. Cuando en este tiempo previo al cierre definitivo de la novela, que ya se encamina hacia los lectores, he revisado las notas que compusieron la trama y fueron desarrollando los temas iniciales, he vuelto a toparme con ella. Y no sin sorpresa, me he percatado de que en la simplicidad de su caligrafía están todos los elementos que componen el texto que seis años después verá la luz: la técnica macro-micro para resaltar la diferencia entre las estructuras sociales o de poder y el hábitat y las relaciones de los individuos, la teoría que vertebraría los capítulos -que pudo ser la del Caos, pero al final fue la Teoría General de Sistemas-, y los tres fractales de ficción -la tripulación de una nave espacial, un Gobierno y la pareja- que más tarde se completarían con el fractal de realidad. Todo en una servilleta, en poco más de una docena de líneas esbozadas al azar una mañana de enero, tras una Nochevieja atípica, en mitad de un vuelo, sin más explicación que esa. O con toda esa explicación.

Y es que, como para García Márquez, Muñoz Molina o el propio Serrat, a veces todo depende de algunas pequeñas cosas...






V

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