Es tiempo de Mundial, media humanidad vive concentrada en lo que suceda en Brasil, algunos con la esperanza de ver a su selección levantar la copa de campeones, y otros con envidia por no contar con un talento como el televisado dentro de sus orgullos patrios. Durante un mes, lo que ocurra en el país del fútbol tomará al asalto nuestras vidas, sin permiso ni medias tintas, la gloria o la debacle de esos jugadores se convertirá en un asunto trascendente en telediarios, periódicos y conversaciones de bar. Es posible intentar mantenerse al margen, y casi irrealizable conseguirlo; en el caso de la literatura, que procede de la vida y se aloja en ella, ese ejercicio de resistencia a ciertas realidades cuenta con frecuentes excepciones, ésta será una de ellas. Si hemos de ganar un Mundial, que sea con nuestros jugadores, estos once son mis seleccionados, con una única premisa, la de ser 'futbolistas' vivos y en activo; el resultado es un equipo con mi sello de autor, un conjunto favorito para vencer y dar espectáculo, organizado en un 4-2-3-1, que combina la imaginación con la solidez defensiva. Suerte a los rivales, nosotros plantearemos una hermosa batalla:
Portero: Mario Vargas Llosa. Como Buffon o Casillas aporta años de experiencia, brillantez técnica, reflejos y mando sobre la línea defensiva. El Nobel de Literatura, además, le sirve para intimidar a los atacantes rivales; cuando se ven frente al autor de La fiesta del Chivo o La guerra del fin del mundo, a los delanteros se les hace pequeña la portería.
Lateral Derecho: Rodrigo Fresán. En obras como La parte inventada ha demostrado su capacidad física para los partidos de largo recorrido, y en títulos como El fondo del cielo dejó patente su habilidad técnica para el regate y la lírica. Heredero de la tradición latinoamericana, en ocasiones se enreda en las subidas y se olvida de bajar, pero su aportación ofensiva le hace imprescindible.
Defensa Central: Enrique Vila-Matas. Probablemente, el gran referente de la literatura autorreferencial, y por eso mismo, un profundo conocedor del juego y sus variantes. Actuaciones como El Mal de Montano o Dublinesca le convierten en un jugador clave para la organización de la defensa. No es un futbolista rápido, pero eso lo corrige exhibiendo una soberbia colocación.
Defensa Central: Michel Houellebecq. Todos los grandes equipos necesitan un jugador contundente, y éste es el nuestro. Especialmente a partir de Las partículas elementales, ha repartido sin descanso ni acomodos; no cae simpático aunque tampoco lo pretende. Su función es la de sacar los colores al equipo rival, y a ella se entrega con pasión y descaro, sin concesiones.
Lateral Izquierdo: Alessandro Baricco. Pelotero de calidad excelente, con tantos años de deslumbramiento como frescura en su obra. Se dio a conocer con la sutil elegancia de Seda, y desde entonces no ha parado de maravillar. Sube la banda con frecuencia y lo hace dejando detalles de calidad constante, Océano Mar o Novecento todavía son recordadas en los campos rivales.
Mediocentro Defensivo: Roberto Bolaño. En 2666 demostró tener los pulmones que casi ningún jugador aporta y con Los Detectives Salvajes dejó patente su calidad en el inicio del juego. Es la pieza de unión entre los grandes genios de la literatura de Latinoamérica y sus nuevas generaciones, un renovador genial, valiente y generoso, que domina las claves del fútbol y conoce el oficio del 5.
Mediocentro Ofensivo: Paul Auster. Es un seguro de vida para los editores, el autor más fiable en cualquier país del mundo, con recursos, habilidad dialéctica y capacidad para seducir a los lectores allá donde pisa. La Trilogía de Nueva York le abrió hueco como creador de juego, y títulos como La Noche del Oráculo o El Libro de las Ilusiones le confirmaron como la pieza clave en la construcción ofensiva de todo equipo.
Interior Derecho: Javier Marías. Buen amante de la tradición, busca la cal sin descanso, dejando regates tan increíbles como Mañana en la batalla piensa en mí o Corazón tan blanco, y cabalgadas antológicas como la larguísima de Tu rostro mañana. Impredecible, combina a la perfección el academicismo con la calle: tan pronto anda por los salones de la RAE como planta a quienes le conceden un premio.
Mediapunta: Haruki Murakami. Aspirante anual al Nobel, el Príncipe de Asturias y casi cualquier galardón del mundo, sigue martilleando a sus rivales con sus ritmos infernales de producción y ventas. Crea personajes hipnóticos como los de Tokio Blues o 1Q84 y sorprende con fintas inesperadas: los habitantes de Kafka en la Orilla o su memoria atlética en De qué hablo cuando hablo de correr son una muestra de esa habilidad para sacar petróleo de la nada.
Interior Izquierdo: Eloy Tizón. Es el sello del seleccionador en el equipo, su debilidad desde los prodigiosos Velocidad de los Jardines y Parpadeos. Técnico, genial e imprevisible suple su habitual inconstancia con ramalazos únicos, sólo al alcance de los privilegiados de este deporte. El último de ellos, Técnicas de iluminación, todavía deja embobados a los laterales contrarios.
Delantero Centro: Philip Roth. Por encima de Klose, el único capaz de rebasar a Ronaldo como máximo goleador en los Mundiales. Un clásico imprescindible a quien, inexplicablemente y pese a golazos como la Pastoral Americana y El lamento de Portnoy, todavía se le resiste el Balón de Oro del Nobel. Lo obtendrá, no obstante, y sus goles en este campeonato serán el argumento que convenza a la Academia.
Que empiece el juego, nosotros daremos alegría y placer intelectual a los espectadores ;)
V
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